El Coronavirus ha hecho que la sociedad haya tenido que frenar en seco la vida habitual a la que estábamos acostumbrados. Los ritmos se ralentizan o quedan relegados al hogar. No es fácil para nadie. Las personas acostumbradas a una gran actividad se ven obligadas a estar horas y horas en casa sin mucha actividad física. Las que tienen una relación mala con algún familiar, se ven obligados a compartir metros cuadrados con personas con las que, tal vez, les gustaría no ver tanto a lo largo de un mismo día. Las personas que viven solas van a experimentar la verdadera soledad de no hablar con nadie en todo el día. Las personas mayores, además población de riesgo del virus que nos ha golpeado estos días, deben estar sintiendo miedo y más aislamiento. Los niños y niñas, acostumbrados a correr por los parques, desesperación e incomprensión desde la más pura de las inocencias. Y aún todos ellos deben sentirse ‘agradecidos’, pues hay situaciones más complicadas y horrendas como quedar en casa encerrada con tu maltratador. O no tener casa, ser una persona sin hogar con el mayor de los riesgos a ser contagiado
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