Según publica el Periódico de Aragón (8 de febrero de 2010), el Poder Judicial estima que hay más de 5.400 pandilleros en Aragón.
Las drogas, el alcohol y la crisis de autoridad que aqueja a la sociedad española están detrás del fenómeno de la proliferación de los grupos delictivos juveniles. Así lo piensa el psicopedagogo zaragozano Juan Antonio Planas, que apuesta por invertir "más recursos en las labores de prevención para descubrir antes las conductas incívicas y buscarles remedio antes de que sea demasiado tarde".
"Las bandas juveniles están ahí, se llamen Latin Kings o de otra forma", subraya Planas, para quien no tiene sentido "mirar para otro lado y hacer como si no existieran". En su opinión, las pandillas de adolescentes son la respuesta al gregarismo propio de los adolescentes, una tendencia a juntarse con los de su edad que se acentúa en el caso de muchachos de parejas divorciadas.
"En las bandas, estos chavales encuentran un sentimiento de camaradería que crea lazos muy fuertes entre los miembros cuando falla la protección y el control de los padres", asegura el psicopedagogo zaragozano.
El vandalismo y la delincuencia se convierten a veces en una salida para determinados grupos de jóvenes, un problema que se ve fomentado por la permisividad de la sociedad actual y por la escasa resistencia ante la frustración de muchos adolescentes. "Faltan trabajadores sociales, educadores de calle y orientadores para detectar a tiempo estos comportamientos antisociales", sostiene Planas.
"Hasta no hace mucho", explica este estudioso del fenómeno, "los curas, los maestros y la familia ejercían un papel de vigilancia que ha ido atenuándose con el paso del tiempo y los cambios registrados en las formas de vida".
A menudo, las familias confían en el poder educativo de los centros de enseñanza, "pero en Zaragoza hay institutos de 500 y hasta de 1.000 alumnos que solo cuentan con un orientador", denuncia Planas, que trabaja en el instituto Tiempos Modernos.
GENERACIÓN NI-NI De hecho, en las localidades rurales el problema es muy limitado, "en gran medida por la mayor vigilancia social". En cambio, el anonimato urbano favorece la creación de bandas que se mueven en la frontera del gamberrismo de fin de semana y la delincuencia.
En este sentido, los pandilleros son más frecuentes en los barrios marginales y en las zonas donde se concentra mayor número de inmigrantes, aunque Planas subraya que la delincuencia juvenil "no es un problema exclusivo de las clases más desfavorecidas".
"La generación Ni-Ni, que ni estudia ni trabaja, es la que corre mayor riesgo de caer en conductas delictivas", apunta el psicopedagogo. Y lo peor, señala, es que la falta de control sobre unos jóvenes que pueden llegar a ser delincuentes adultos "afecta a toda la sociedad". "El futuro violador y el futuro conductor criminal se forman en la juventud y hay que actuar antes", recalca.